Pigmalión era un escultor. Podría decirse que uno de los mejores de todo el imperio. Una noche soñó con una hermosa y voluptuosa mujer, y creyendo que se trataba de Afrodita decidió esculpir aquella imagen soñada en honor a su divinidad.
Durante los siguientes meses la estatua fue tomando forma y en cada golpe de talla el escultor, puso de manifiesto todo lo que imaginó de esta perfecta mujer. Para ayudarse a definirla le puso nombre y la llamó Galatea. Poco a poco fue aumentando la obsesión por terminarla en la misma medida en que se fue enamorando de ella.
La misma noche en que por fin acabó la obra de arte… se presentó en su taller Afrodita en persona felicitándole por su trabajo y en agradecimiento le prometió concederle un deseo. Pigmalión no dudo ni un instante. Sabía lo que deseaba pues lo había estado pensando durante todo el tiempo en que se empleo en realizar la escultura…le pidió que le diera vida a aquella estatua de mármol, que la convirtiera en una mujer de carne y hueso que fuera, sintiera y pensara como el la había imaginado.Y así fue, de pronto, Galatea abrió sus grandes ojos, y su piel fría y blanca fue tomando el color y la tibieza de la piel humana. Pigmalión emocionado le tendió sus brazos y Galatea aceptándolos con distinguida elegancia, bajo de la tarima.
A continuación Pigmalión le confesó que aquel era el momento mas feliz de su vida y que estaba ante la mujer que el había creado dando forma a sus sueños y deseos. Le pidió que se casara con él. Galatea giro la cabeza y lo miro por encima de su hombro un instante…luego se volvió de nuevo hacia el y le dijo lo que el artista jamás hubiera pensado:
Tú sabes perfectamente cómo pienso y cómo soy. ¿De verdad crees que alguien como yo podría conformarse con alguien como tú?
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