Esta semana se cumplen cuatro años desde el día en que alumbré a mi hija y sentí por vez primera, que un trocito de mi se iba con ella.
El fruto del amor se encarnó en un latido y nos concedió a su padre y a mí el milagro de la vida. El palpitar de su corazón fue sumando vida en mi vientre y la ilusión comenzó a tener forma… primero fue un puntito de luz y después ese puntito tuvo ojos, boca, oídos, nariz, manos y pies…
Recuerdo que su primer movimiento fue una fiesta y después, su primera patada un festejo lleno de alegría.
Y poco a poco, la esperanza consumió los nueve meses de espera, y la nueva vida se abrió paso para adecuar su curso a la travesía de salida. Y brotó la luz de madrugada, un día a principios de septiembre. Y la magia, dando su consentimiento, nos envolvió con su aroma de felicidad.
Y mi abrazo le dio la bienvenida y mi latido le acuno con cariño.
Y mi vida se llenó de dicha y hoy ya no podría vivir sin ella.
Durante estos cuatro años que han pasado, he ido descubriendo ciertos rasgos de su personalidad que la van definiendo como la niña que es y la mujer que un día llegará a ser. Me he encontrado con algunas limitaciones que dificultan el proceso de entenderla, pero a la vez, he descubierto nuevas formas más creativas para acercarme más a ella.
Es fantástica a pesar de su mal genio. Es apasionada en todo lo que hace y no sabe de esperas ni condiciones. Vive espontáneamente y únicamente se rige por su cuerpo de sensaciones… no tiene prejuicios de ningún tipo. Se mueve por impulsos y eso, le lleva a despistarse de la buena conducta que pretendemos que adquiera marcándole normas y limites…Pero ella, sigue estando por encima de todo ello y si tiene que llorar y gritar para conseguir lo que quiere no tiene ningún reparo en hacerlo.. Luego, cuando intento hacerle entender las cosas, parece que lo entiende pero el fuego que lleva dentro es intenso y poderoso.
Nunca pensé que ser madre iba a ser tan difícil. Después como contrapartida están sus abrazos, los mejores que nadie me ha dado jamás… y sus “te quiero” tan verdaderos y tan puramente genuinos que me llegan directamente al corazón… y así me siento recompensada con creces.
Cuantas horas paso sumida en inefable arrobo, mirándola. Feliz. Jugando en la playa, parece que la luz del sol le acaricie fundiéndose con ella y que de sus radiantes ojos se exhale una luz más viva incluso que la propia luz.