La luz viene lentamente, sin apenas percibir como van cambiando las tonalidades del horizonte. La mente se va despertando de igual modo, pasa de una dimensión a otra y en ese proceso se hace consciente del cuerpo que la contiene…y es cuando todo se reduce a la gnosis de la respiración.
La mente es una vela que se ha de encender.
Quiero tomar tu mano para conducirte por la vereda, para que llegues a ser quién eres… déjate llevar sin temor por el haz de luz que comienza a alumbrar tu refugio… no tengas miedo porque no hay apariencias, todo es resultado de imaginar... El imaginario saldrá a tu encuentro. Después de la noche oscura del alma siempre viene la subida al Monte Carmelo y desde allí, la contemplación de un mar entre tierra.
Cierra los ojos, no tengas prisa…detente cuantas veces quieras y recréate en esos puntos de luz que sólo tu ves…deja que la sensación ascienda por tu espalda hasta ellos y entonces, abandónate cual si de una promesa se tratara y encuentra la palabra que señalan..pues ella, te conducirá hasta tu corazón para dejar tras de si un mar cruel de falsas voluntades y así acceder al sustrato de la única voluntad, la voluntad que nace del certero sentimiento.
No busques más y encuéntrate. Echa abajo los muros de los mitos que has creado, destrúyelos uno a uno y no temas perder lo que un día se amó porque ya no te pertenece, déjalo volar, suelta lastre y elévate ligera…sólo así te encontrarás.
Parece sencillo, y lo es. Pero lo sencillo no siempre es fácil. Siéntate y concéntrate en la respiración. Siente el dolor en el tórax, suelta los músculos de los brazos y las piernas e imagina que relajas el corazón y sientes plenamente lo que hay ahí. Encuentra tu plenitud y abandona el imposible ideal de perfección que te aleja de la sabiduría que necesitas para vivir plena y compasivamente con tu condición humana.
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